Literatura y comics bdsm: Historia de O (I)

Qué decir sobre Historia de O que no se haya dicho ya. Un libro sublime. Una obra maestra. Sin duda ni la misma Pauline Reage -la autora- sabía lo que este libro iba a significar para los amantes del bdsm. Os lo recomiendo encarecidamente. No os arrepentiréis.
Como muestra de lo que digo, ahí van unos fragmentos. Aunque toda la obra está plagada de situaciones con un alto contenido erótico, he escogido tres fragmentos en los que O expresa su pensar y sentir sobre su situación. Los iré incluyendo en el weblog en los próximos días. De momento, ahí va el primer fragmento.

"Tendida sobre el lado izquierdo, sola en la oscuridad y el silencio, caliente entre las suaves pieles de la cama, en una inmovilidad forzosa, O se preguntaba por qué se mezclaba tanta dulzura al terror que sentía, o por qué la parecía tan dulce su terror. Descubrió que una de las cosas que más la afligían era verse privada del uso de las manos; y no porque sus manos hubiesen podido defenderla (y ¿deseaba ella defenderse?), sino porque, libres, hubieran esbozado el ademán, hubieran tratado de rechazar las manos que se apoderaban de ella, la carne que la traspasaba, de interponerse entre su carne y el látigo. La habían desposeído de sus manos; su cuerpo, bajo la manta de piel, le resultaba inaccesible; era extraño no poder tocar las propias rodillas ni el hueco de su propio vientre. Los labios, que le ardían porque los sabía abiertos a quien quisiera: al mismo criado, Pierre, si se le antojaba. La asombraba que el recuerdo del látigo la dejara tan serena y que la idea de que tal vez nunca supiera cuál de los cuatro hombres la habían forzado por detrás dos veces, ni si había sido el mismo las dos veces, ni si había sido su amante, la trastornara de aquel modo. Se deslizó ligeramente sobre el vientre hacia un lado, pensó que a su amante le gustaba el surco de su grupa y que, salvo aquella noche (si realmente había sido él), nunca había penetrado en él. Ella deseaba que hubiese sido él. ¿Se lo preguntaría algún día? ¡Ah, nunca! Volvió a ver la mano que en el coche le había quitado el portaligas y el slip y le había dado las ligas para que se sujetara las medias encima de las rodillas. Tan viva fue la imagen que olvidó que tenía las manos sujetas e hizo chirriar la cadena. ¿Y por qué, si el recuerdo del suplicio le resultaba tan leve, la sola idea, el solo nombre, la sola vista de un látigo le hacía latir con fuerza el corazón y cerrar los ojos con espanto? No se paró a pensar si era sólo espanto. Le invadió el pánico: tensarían la cadena hasta obligarla a ponerse de pie encima de la cama y la azotarían, la azotarían, la palabra daba vueltas en su cabeza. Pierre la azotaría. Se lo había dicho Jeanne. Le había dicho que era afortunada, que con ella serían mucho más duros. ¿Qué había querido decir? Ya no sentía más que el collar, los brazaletes y la cadena, su cuerpo se iba a la deriva, ahora lo comprendería. Se quedó dormida."

Por cortesía de Hellcat: http://masterhellcat.blogia.com

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