Obras Prohibidas - Sumisa de verano II

Se la notaba algo tímida, todo lo contrario de lo que había pensado. Eso sí, se dejaba hacer, y como me acariciaba y besaba, me ponía a cien.

Tumbada de lado se acentuaba la curva de su cadera, que yo manoseaba una y otra vez, deslizando despacio un dedo por la raja de su culo, desde que empieza hasta abajo y subía luego continuando por su espalda y cuello. Me encantaba presionar en la raja de su culito con el dedo hasta donde me dejaba la tela de su vestido. Mientras, ella se me apretaba, indicándome con su acelerada respiración, que aquello le encantaba.

Me empezó a tocar el paquete, acariciando mi pantalón donde estaba mi dura polla. Le deshice el nudo que ataba su vestido. Levantó la cadera para facilitar que le bajase el vestido, que terminó deslzándose ella con los pies.

Me apartó a mitad de un húmedo beso y deslizando su mano sobre la cadera dijo:

- Te gusta?

- Claro.

Dije casi sin saliva mientras veía su tanga negro y prieto tapando su coñito.

Se puso boca abajo como durmiendo y dijo:

- Tócame el culo que sé que te gusta.

Lo manoseé hasta cansarme. Le metía el dedo entre su piel y el tanga, deslizando hacia abajo y sacando la línea negra, para luego soltarlo y empezar de nuevo. Se lo estrujé a dos manos, apretando y separando sus perfectas y lisas nalgas. La tenue luz de una farola brillaba en cada tersa nalga que formaba con la espalda una ondulación perfecta como una serpiente.

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